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viernes, 18 de febrero de 2011

La mediocre universidad española -según un estudiante-

Introducción
Si hay algo que pueda decir de  la universidad es que muchos de mis compañeros y de mis profesores no rendimos a un nivel óptimo. Por la actitud de estos últimos, percibo que no se sienten nada responsables del descenso pedagógico en las aulas universitarias; aunque sea evidente que son parte del problema y de la solución. Y es que en mi experiencia universitaria la gran mayoría de profesores han sido mediocres. Aunque hay excepciones, la mayoría son para mal; porque algunos son incalificables, son el uno, del uno al diez, porque no se permite calificar con cero.
Valga decirlo, muchos alumnos también somos mediocres. Pero nosotros no cobramos, o cobramos muchos menos; no tenemos tanta capacidad individual o responsabilidad en el sistema universitario, nosotros debemos aprender y formarnos. Mientras que el profesorado debe enseñar, el profesor debe ser, incluso, un ejemplo de conducta y moral.
Antes de proseguir, dos puntualizaciones. Las siguientes circunstancias se pueden extrapolar a un buen número de facultades españolas, pero se basan en mi experiencia y apreciaciones. Segundo, esta entrada no tiene la intención de hacer una crítica al modelo público de la enseñanza; es, simplemente, una crítica de un alumno desde su pupitre, una respuesta a la postura de muchos profesores, respuesta cobarde, ya que no fue dada en su momento.
¿Estudiar… para qué?
Reconózcase o no, los jóvenes estudian en mayor o menos parte porque piensan que mejorarán su futura posición laboral. Ahora pues,  ¿les beneficia a los estudiantes, que no titularían con un sistema pedagógico, titular con el actual sistema de mediocridad? Pues no, no les interesa, les interesa dedicarse a algo en lo que sean buenos. En los casos donde se produzca lo contrario, será síntoma de la actual falsa meritocracia y sistema de enchufes del mercado laboral español de los que no escapa la universidad. ¿Les beneficia a los posibles buenos estudiantes verse arrastrados por esta corriente de mediocridad en vez de aumentar su calidad como estudiantes? ¿Les beneficia la saturación de graduados? En el cortoplacismo, estos pueden no planteárselo, pero a la larga...
Un ejemplo lo ha puesto de manifiesto la actual crisis. ¿Cuántos alumnos no renegarían de sus títulos universitarios por ser miembro de alguno de los cuerpos de seguridad?  La oportunidad la tuvieron, al salir del bachillerato, cuando aún había muchas plazas en las ofertas de empleo público, ¿hubiera mejorado al funcionariado la entrada de esta juventud con, al menos, ciertas inquietudes intelectuales?
El día a día de mi universidad
A la desgana del alumnado, a la ley del mínimo esfuerzo el profesorado responde con la misma ley, cuando no genera esta tendencia, ya que en muchas ocasiones son los profesores los legisladores del mínimo esfuerzo. Se demuestra en el día a día, durante el sinsentido pedagógico de las clases “magistrales”, de quienes se salvan apenas los buenos oradores; se demuestra en la impartición con los mismos apuntes universitarios durante quinquenios; se demuestra con el patético sistema de evaluación: exámenes repetidos, preguntas estrellas, apertura de mano, los trabajos pachangas de (Ctrl+C) + (Ctrl+V)… Eso sí, con la legitimidad de la asistencia obligatoria —baremada con una simple firma—. De este modo, la presencia física del alumno en el aula, inerte e inerme, es básica en el sistema de evaluación universitario.
Los profesores y el cambio
La proliferación de universidades en España está construida con base en alumnos y profesores mediocres. Para mi carrera se puede afirmar que a los profesores no les interesa eliminar a los estudiantes mediocres, a no ser que quieran ver alterada su plácida y perezosa posición, fruto de esta proliferación. Mi carrera es una de esas en donde son habituales los alumnos de rebote, el dicho de “el que vale vale, y sino pa´empresariales” se aplica, de hecho, en mi carrera. ¿Por qué la eligen los estudiantes? Porque es fácil, así de simple —aunque algunos se justifiquen pensando lo contrario—. ¿Quiénes hacen que sea una carrera fácil? Pues lo profesores, ni más ni menos. A los universitarios: ¿alguno de ustedes no piensan acaso que sus respectivas carreras podrían ser mucho más difíciles o rigurosas? ¿No tenéis la sensación de que no estáis aprendiendo lo que debierais? Qué pasaría si fuera tan rigurosa: si nos hicieran reflexionar, relacionar, desarrollar espíritu crítico, en definitiva aprender a base de esfuerzo… pasaría un vacío de aulas. Porque, de hecho, una parte importante de alumnos no tiene motivación intrínseca para matricularse y estudiar en mi carrera; lo hacen arrastrados por la inercia, por la nota de corte y por el llamado “síndrome de la titulitis”[1].
Por otro lado, se me ocurren dos opciones para aumentar el esfuerzo estudiantil: primero, recurrir al sistema arcaico de saturación y dificultad arbitraria; segundo, trabajar en línea con el paradigma pedagógico actual, el constructivismo. La primera no implicaría un mayor esfuerzo al profesorado, pero la segunda, la correcta, si lo implicaría y mucho. Repercutiría en un mayor esfuerzo, al preparar sus clases científica y pedagógicamente. La pedagogía, ciencia olvidada en la universidad española, es necesaria y válida tanto en estudios superiores como en básicos; pero para aplicarla, primero hay que estudiarla. Además, los alumnos que cursaran en un sistema pedagógico serían más exigentes y críticos hacia sus profesores, ya que lo son consigo mismos y los profesores lo son hacia ellos.
La conclusión es clara: a la gran mayoría de profesores que conozco les interesa la proliferación de la mediocridad, para mantener ratios aceptables de alumnos; para poder mantener a tantos profesores y materias, para seguir cobrando. En cambio, al alumnado, aunque no seamos conscientes en nuestra época universitaria, no nos interesa ser mediocres, ni le interesa a la sociedad; cuando un alumno mediocre es beneficiado por este sistema, que hay muchos casos, la sociedad española es la que sale perjudicada.
La eliminación de la mediocridad en el alumnado universitario a través de un sistema de trabajo y evaluación más riguroso, más pedagógico, significaría que quedaran solo los alumnos aptos y motivados, los que pudieran transformarse en verdaderos estudiantes. Como mínimo, estaría garantizada la eliminación de buena parte de las materias optativas de mi carrera. Asimismo, me atrevería a decir que sería seria candidata a su supresión en mi universidad por falta de alumnos —sin entrar a considerar lo positivo o negativo de esta situación—. Por ello, posiblemente, tras la marcha de los alumnos mediocres, se marchen los profesores mediocres, los no motivados intrínsecamente ni aptos —paradójicamente una mejora en su desempeño laboral podría incurrir en consecuencias nefastas para sus trabajos—; así el destino de ambos colectivos es el mismo. Para los profesores, el sistema mediocre, mejor que mejor; ¡más alumnos, más profesores!, o dicho de otra modo: más mediocres, más mediocres. ¡Viva la proliferación de titulados universitarios en España!
Reflexiones para mis profesores
Parece que muchos de mis profesores universitarios no son conscientes de su profesión, o directamente le echan muchos arrestos. Su único objetivo en el aula es enseñar, pero hacen gala de su despreocupación pedagógica cada vez que entran en éstas. El más sabio en su disciplina puede ser el más inútil como enseñante. Es evidente que muchos deben de ser conscientes de su nivel como docentes; son pésimos, son pésimos por su actitud y otros por su aptitud. ¿Cuántas horas creen que se deben invertir en la preparación de una clase universitaria de dos horas? Pues no menos de dos, seguro. Ellos saben que con el alumnado borreguil los problemas y el esfuerzo serán menos y livianos, simples anécdotas; se justifican: “No vale la pena prepararse las clases —además es más fácil pasar lista—".
Así los profesores se quejan de sus alumnos, achacan sus dificultades docentes a estos últimos, eximiéndose de paso ellos mismos. Les planteo que se haga las siguientes preguntas reflexivas: ¿Qué le aporta mis clases al alumno?  ¿Qué le aporta mis clases al alumno que no le aporte un libro? ¿Qué le aporta mi clase al alumno que venga a clase y no obtenga los apuntes por otro compañero? ¿Por qué es necesario que la asistencia sea obligatoria? ¿Qué sentido pedagógico tiene? ¿Preparo las clases con ánimo de enseñar? ¿Qué puedo hacer por mejorar mis clases? Simplemente, ¿preparo las clases? Honestamente: ¿Soy buen profesor?


[1] Se diagnóstica en la sociedad en donde lo fundamental de la experiencia estudiantil es acreditarse con un título.