Páginas

miércoles, 16 de marzo de 2011

A gustito con la corrupción

La inglesa que vino a Canarias…
Recojo en esta entrada la opinión de una escritora inglesa acerca de la corrupción en España. Es una postura a la que no tenemos acceso en los grandes medios de comunicación actuales… no tiene desperdicio.
«La corrupción más absoluta está presente hasta en los cargos gubernamentales de más alto nivel y desciende, como cabría esperar, a todo el estamento funcionarial. Los españoles consideran que es justo defraudar al gobierno. Al que no defrauda se le considera requetenecio. Si el fraude -no vale la pena andarse con rodeos cuando se trata de una gran lacra nacional- está presente en el ejército, en la marina, en la administración pública, entre los que pagan los impuestos y los que los recaudan, ¿cómo se puede esperar que exista una estricta integridad a niveles menos significativos, entre el empleado y el patrón, o el comprador y el vendedor? Como me dijo un inglés, que lleva negocios muy importantes en estas islas, la falta de honestidad es muy admirada en éstas; resulta imposible ser honesto, en el pleno sentido que los ingleses dan a dicha palabra. "Si tuviera que dar", continuó diciendo, "las cifras reales de lo que compro y de lo que vendo, la cantidad que tendría que pagar de impuestos no sólo absorbería cada penique de mis beneficios, sino que incluso tendría que gastar parte de mi capital para poder satisfacer las exorbitantes demandas del Gobierno. Por tanto, hago lo que hacen todos los españoles, y lo que el propio recaudador de impuestos espera que haga: declaro aproximadamente la mitad de todo aquello que sea gravable". Esta forma de actuar es tan corriente que el Gobierno debería reducir inmediatamente todos los impuestos, abolir el enorme número de absurdas tasas que recaen sobre el comercio y, de este modo, animar al país a ser honesto, insistiendo firmemente en que se declarasen las ganancias exactas. Desde un punto de vista económico, es indudable que el Gobierno sería así mucho más rico, mientras que el beneficio moral para el espíritu nacional sería valiosísimo. Por desgracia, las masas de la nación son ignorantes; hay una gran multitud que sigue siendo intolerablemente supersticiosa; son relativamente pocos los niños que asisten a la escuela, y cuando asisten, los profesores en general son poco eficaces. A todo esto hay que buscarle remedio antes de que España pueda aspirar a volver a parecerse a lo que una vez fue. Las reformas deben hacerse verdaderamente desde el pueblo o todos los esfuerzos, por muy paternalista que sea el Gobierno, serán en vano. Si España dejara a un lado su política exterior y concentrara su atención y sus energías en estas reformas internas, muchísimo más importantes, lograría un progreso constante y contaría con el apoyo de casi toda Europa. Su potencial es enorme, y espero de todo corazón que este país, dejando a un lado viejas costumbres retrógradas e impidiendo consideraciones partidistas y gremiales, se dedicará seriamente a su progreso interno».
¡Qué novedosa opinión!
Lo que no os encaje se debe a que la escritora de este texto se llama Olivia Stone y está contenido en Tenerife y sus seis satélites, ¡de 1887! A pesar de varios ítems desfasados (como la bajada de impuestos, que se aplicó y no ha resuelto el problema), tiene una vigencia sorprendente. Este texto representa lo ridículo de las discusiones acerca de los «paladines de la corrupción»,  sobre quién es más corrupto.
Aceptémoslo, los políticos no emergen de la nada, emergen de la sociedad de las cuales son ciudadanos; no son un ente asocial, son una representación de la sociedad; si nuestros políticos son corruptos, nuestra sociedad es corrupta (no obstante, España no figura entre los países con mayor percepción de corrupción del mundo).
Para eliminar el problema debe haber un cambio de mentalidad (los cambios históricos más lentos), ya que la población vive acostumbrada a este margen de corrupción. Es propio del ser humano adaptarse al medio -social, en este caso- donde vive y utilizarlo en su propio provecho si tiene la oportunidad. En los países nórdicos, en donde los índices de corrupción son muy bajos, no cabe duda de la relación con el medio geográfico, de la necesidad de priorizar el bien común para la adaptación exitosa al medio. En cambio en latitudes más bajas, vivimos echándoles la culpa a otros, a la vez que vemos la corrupción de nuestro círculo social y la propia como algo normal y lógico, de derecho. Y de hecho, no denunciamos la corrupción o fraude que vemos en el día a día, aunque esté ejercida por la clase dominante -empresarios por ejemplo-, la asumimos como normal.
La mala reputación de los funcionarios
Resulta irónico que el comentarista de la versión española, 108 años después, defienda al sistema español de la opinión de Stone: «quizás denuncie un tanto a la ligera al decir que afecta a todos los rangos del funcionariado». Haciendo uso de razón, ¿quién lo negaría? Por ejemplos contrastados tenemos desde el político de turno hasta el opositor con enchufe. El libro está editado por el Cabildo de Gran Canaria, el matiz del comentarista ya sabemos por donde puede venir.
No obstante, se tiende a criticar a la clase trabajadora, como el caso de los funcionarios, simplemente por tener unas condiciones laborales que quisiéramos tener (no entro a juzgar la situación laboral del funcionariado). Consideramos como indebidas sus condiciones laborales al sentir que forman parte de la clase trabajadora, y esta no puede tener privilegios laborales; los asalariados de empresas privadas no los tienen, a eso estamos acostumbrados y eso nos inculcan. Se acepta implícitamente que la clase burguesa es la única que puede aspirar a buenas condiciones laborales, lo contrario es  un chollo o ilícito; en el caso de los funcionarios, es lo segundo.
La connivencia en las urnas
Tampoco la denunciamos en las urnas, donde los partidos corruptos siguen siendo, casi completamente, los únicos con representación. Esto gracias en buena parte a la abstención (la ley electoral y la desinformación son otras causas). Los que no votan, es de suponer, son los descreídos del sistema político, por tanto sus votos no estarían en consonancia con el sistema bipartidista actual. Si hiciera falta o contribuyera para mantener al sistema actual, el debate sobre la obligatoriedad de la votación electoral estaría como mínimo sobre la mesa, como ocurre en otros países europeos ya implantada.
Corrupción hoy y siempre
El texto es indicador de la importancia de situar en su contexto histórico los acontecimientos actuales. La corrupción es un problema en España desde hace siglos, en el devenir histórico quedarán como banales los casos de corrupción actuales; la verdadera noticia debiera ser cómo es posible que la clase política siga corrompiendo después de tantas décadas. No se informa sobre la permisividad social y punitiva de la corrupción, ya que esto atenta contra el modelo de desinformación: se informa  sobre lo que no es relevante, disfrazado de trascendental, realmente la información se mueve en los cánones que les interesan a ellos  para representar su circo bipartidista; un caso de corrupción aquí y otro allá, maquillado según convenga, pero nunca plantean las soluciones ni causas del problema.
Esta solución no se logrará responsabilizando únicamente a los políticos, paradójicamente, por los mismos que los votan o ignoran. La información veraz es que el PPSOE y nacionalistas varios -en Canarias sobre todo-, son partidos corruptos, en donde se permite y apoya públicamente a los corruptos. Y, en contraposición, existen partidos -y países- que tienen tolerancia cero con los corruptos. Para acabar con el problema de la corrupción y fraude hace falta una persecución rigurosa de este tipo de delitos, un posible cambio legislativo y mayor dureza punitiva. Inclusive plantear medidas motivadoras para denunciar el fraude. Debe ser una solución desde arriba y desde abajo a la vez, integral. Un cambio de mentalidad que lleve al pueblo a ver reflejadas sus ideas en el parlamento, algo más extraño de lo que se piensa en nuestra democracia.

viernes, 11 de marzo de 2011

¿Países de derechas...?

Cómo viven mis amigas la crisis y la revolución
Mi amiga la de izquierdas defiende al socialismo y ataca al neoliberalismo. Además, critica el bloqueo mediático y desinformación de los medios de comunicación del Norte, y reprueba las intervenciones militares con fines económicos ocultos. Mi amiga, no entiende cómo la gente de clase trabajadora vota al PP, mientras que el PSOE no es nada más que la cara amable del sistema. Mi amiga de izquierdas ve claro que el sistema se regula a la perfección; dosis precisas de poli malo y poli bueno aderezadas con la morralla refinada de los medios de comunicación; la “democracia” es la dictadura perfecta. Mi amiga, opina que el capitalismo es el pasado y asistimos al nacimiento de sociedades mejores en Sudamérica y, ya veremos, en África, basadas en la democracia participativa.
Mi amiga la de derechas vive en un país capitalista, disfruta de la sociedad del bienestar. Mi amiga, no se preocupa por su subsistencia, ni siquiera por prepararse la comida. A mi amiga la recomendaron a dedo, tiene un buen trabajo que compagina con sus estudios. Está en connivencia con su empresa, que defrauda a hacienda mediante su contrato. Mi amiga de derechas no se manifiesta en contra del recorte de derechos laborales. Mi amiga, consume al estilo capitalista: tiene coche propio, compra aparatos electrónicos de última generación, le gusta tener mucha ropa y viste de marca, viaja cada año por vacaciones y sale de restaurantes con frecuencia. Mi amiga de derechas tiene un ciclo vital semanal, de finde en finde, de borrachera en borrachera. Mi amiga, compra productos fabricados por esclavos. Mi amiga de derechas juega a la lotería, es rica y le gustaría serlo más.
¿Podrían mis amigas tener la misma ideología o ser la misma persona? Si nuestra ideología es de izquierda, pero nuestro quehacer es de derechas… ¿somos de izquierda o somos de derecha? ¿Es compatible esta dicotomía sin caer en la hipocresía? Es fácil hablar y pensar, lo difícil es predicar con el ejemplo.
Lacayos del capitalismo
En internet están circulando mucha información y opiniones de izquierda acerca de la crisis en el Norte y revolución en el Sur; sobre todo acerca de la responsabilidad y lucro del establishment [i]y su evasión sin culpa, lo que no discuto. Pero, ¿y la responsabilidad del pueblo? ¿De cada uno de nosotros? Es indiferente que pensemos en términos de izquierda o derecha; somos beneficiarios de un sistema que explota a la gran mayoría de la población mundial.
A pesar de la crisis, en Europa Occidental la mayoría vive sin pensar en la subsistencia, y todavía nos queda el Estado del bienestar. A escala global, somos ricos, somos países de derechas, los malos de una  maniquea película hollywoodense. Lo peor es que somos los lacayos (la clase trabajadora), esos que mueren sin trascendencia alguna en las pelis. Al menos, mi amiga de izquierdas se plantea su posición como lacaya del capitalismo y tiene el color de su voto claro; mientras mi amiga de derechas entrega su cuerpo y mente a sus señores, señores del capitalismo.
Aún así, las revoluciones africanas están mostrando que para el cambio hay que estar comprometido, ellos están dispuestos a perder hasta la vida aunque poco les queda que perder. En Occidente tenemos muchas cosas que no estamos dispuestos a perder, todavía nos compensa trabajar, o vivir de otros que trabajan, para el establishment. Consciente del relajamiento político y sindical de la población, el neoliberalismo avanza, a pesar de la encrucijada de algunos explotados revolucionados y muchos lacayos expectantes.
¿Serán la izquierda y los marginados suficientes para asistir a revoluciones sociales en el Norte?
El establishment sabe que esta situación no debe escapársele de las manos, la historia lo ha demostrado, es vulnerable; el estado del bienestar es una concesión, pero también un derecho ganado a pulso, que nació de esta vulnerabilidad. Su estrategia hasta ahora ha sido minar el terreno poco a poco (en España: Reforma Laboral, Ley Sinde, Presupuestos del Estado…) y distraer para que no nos demos cuenta (fútbol, telebasura, desinformación…). La cuestión es si las minas deberán estar en nuestra casa para asumir esta lucha como nuestra. Asumamos nuestra responsabilidad cívica de parar la corrupción del establishment, de estar comprometidos con el cambio. De relegar el interés privado, el capitalista, y elevar el interés de la ciudadanía; de organizarnos de lo local a lo global y no viceversa, como hasta ahora. De arriesgar y estar dispuestos a perder para que otros ganen, de ejercer de forma pacífica nuestros derechos y deberes ciudadanos, de construir la alternativa. Hay muchas clases de protestas, haz que tu voto sea una de ellas.
www.democraciarealya.es




[i] Definición de establishment: Conjunto de personas, instituciones y entidades que controlan el poder político y socioeconómico en una sociedad, e intenta mantener el orden establecido. Fuentes: Diccionario El País online y María Moliner v. 3.0.